Que a la mañana siguiente él le trajese la más linda rosa roja.
El joven recorrió todas las florerías de la ciudad, pero su búsqueda fue en vano. Ninguna rosa…mucho menos roja.
Triste, desolado, fue a pedir ayuda al jardinero de su casa.
El jardinero declaró que él podría obsequiarla con petunias, violetas, claveles. Cualquier flor menos rosas. Ellas estaban fuera de temporada; era imposible conseguirlas en aquella estación.
El ruiseñor habiendo escuchado la conversación quedó con pena por la desolación del joven. Tenía que hacer algo para ayudar a su amigo a conseguir la flor.
Entonces el ave buscó al Dios de los pájaros, quien le dijo:
- Tú puedes conseguir una rosa roja para tu amigo …pero el sacrificio es grande y podría costarte la vida!
- No importa, respondió el ave. ¿Qué debo hacer?
- Bien, tendrás que encaramarte en un rosal y allí cantar la noche entera, sin parar. El esfuerzo es muy grande; tu pecho puede no aguantar…
- Así lo haré, respondió el ave. Es para la felicidad de un amigo!
Cuando oscureció, el ruiseñor se encaramó enmedio de un rosal que quedaba enfrente de la ventana del joven.
Allí se puso a cantar su canto más alegre, pues precisaba esmerarse en la formación de la flor.
Una gran espina comenzó a entrar en el pecho del ruiseñor y cuanto más cantaba, más entraba la espina en su pecho.
Pero el ruiseñor no paró.
Continuó su canto, por la felicidad de un amigo. Un canto que simbolizaba gratitud, amistad. Un canto de donación hasta de su propia vida!
Por la mañana, al abrir su ventana, el joven se detuvo delante de la más linda rosa roja, formada por la sangre del ruiseñor. Ni cuestionó el milagro, enseguida recogió la rosa.
- Qué estúpida ave! Teniendo tantos árboles para cantar, vino a posarse justamente enmedio del rosal que tiene espinas. Por lo menos ahora dormiré mejor, sin tener que escuchar su tonto canto.
Es muy triste, pero desgraciadamente…
Cada uno da lo que tiene en el corazón.
Y cada uno recibe con el corazón que tiene….