Hay que alegrarse, no por los regalos ni nada material:
es un mes lleno de ilusiones y esperanzas,
el mes de los milagros.
Tiempos duros nos ha tocado vivir, por lo mismo, es tiempo
de reflexionar, de cambiar, de creer que todo puede ser bello si así lo
deseamos. Es tiempo de hacer pausas en nuestras vidas, aparcar nuestros
problemas y pensar en los demás, ¿hemos hecho cosas buenas?, ¿hemos ofendido a
alguien con nuestras palabras?
Es un mes muy bendecido, es un tiempo de dar lo mejor de
nosotros mismos a los que nos rodean, y dar lo más preciado que se nos ha
regalado: amor.
Consideremos dar amor a quien nos hace mal, dar amor a quien
menos se lo merece, olvidar los rencores, dar muchos abrazos y palabras de
ánimo… porque si damos de lo bueno que hay en nuestro interior, de igual manera
recibiremos el doble.
Muchas veces creemos que los mejores regalos son los que se
envuelven, mas no es así, muchas veces una sonrisa, un apretón de manos o unas
dulces palabras son mejores regalos que aquellos que se pueden envolver, pues
son regalos que se sienten y abren en el corazón.
Es hora de cambiar nuestro modo de mirar el mes de
diciembre… Hagamos de estas navidades algo más espiritual, detengámonos por un
momento para tener un encuentro con Dios y con nosotros mismos. Que la ambición
de esta sociedad consumista y materialista no nuble nuestro encuentro con Dios
y nuestros hermanos… recordando en especial a los más pobres, necesitados,
discapacitados, ancianos… y a todos nuestros amigos.
Ya viene Navidad, Dios los bendiga a todos.