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miércoles, 10 de diciembre de 2014

La primera Navidad

 (Una historia que nos enseña como el Misterio de la Navidad emblandece el corazón humano)
Mientras todos los niños ayudaban en sus casas en los preparativos para la Nochebuena, Pedro, de 7 años de edad, trabajaba en la joyería de Don Juan para ayudar con el sostenimiento de su casa. Don Juan era un joyero de mucho dinero, pero al mismo tiempo, un hombre sin familia, a quien solamente le importaba el dinero y miraba a Pedro como un simple trabajador más no como un niño.
El día de Navidad Pedro quería retirarse temprano del trabajo para comprar algunas cosas para la cena y ayudar a su mamá. Contemplando en la ventada como algunos niños jugaban, Pedro escuchó un grito que lo hizo temblar:
- ¡Pedro!, gritó Don Juan.
- Si señor, respondió él
- ¿Qué haces mirando por la ventana? Aún no terminas tu trabajo.
- Pedro contestó:¡Hoy es navidad! hoy es el cumpleaños del niño Jesús, hoy es un día muy especial.
- ¡Pues a mi no me importa! ¡Crees que hoy vas a poder escaparte mas temprano de tus deberes, trabaja mejor!, replicó
- Pero Don Juan, hoy quería comprar algunas cosas para la cena de navidad, suplicó el niño.
- ¡Para la cena de Navidad!, se burló el joyero. Tú lo único que quieres es escaparte mas temprano. Hoy es un día común y corriente; mejor sigue trabajando si quieres mantener tu empleo.
- Si don Juan, contestó Pedro muy triste.
El niño continuó trabajando, con lágrimas en los ojos. Su corazón estaba muy triste y angustiado y temía que Don Juan no lo dejase pasar Navidad junto a su familia. En medio de ese aterrador pensamiento, elevó una plegaria a la Virgen María pidiéndole su intercesión para que pudiese pasar una linda Navidad con su familia.
Poco después, Don Juan, inesperadamente, gritó tan fuerte que casi se le sale el corazón a Pedro.

- ¡Pedro, Pedro ven apúrate! - gritaba el joyero horrorizado.
- Don Juan ¿que le pasa? preguntó
- Don Juan asustado abraza a Pedro y le dice: "Vi un fantasma, vi un fantasma!
- Pedro miró para todos lados en la habitación de Don Juan y no vio nada.
- Cálmese, dijo. Yo no veo nada.
- ¿Me estas tratando de mentiroso?, exclamó el anciano.
- No don Juan, disculpe no quise decir eso.
- ¡Sigue trabando mejor!, fue una pesadilla ¡sigue trabajando!
Don Juan seguía atemorizado por lo que según él había visto. No queriendo permanecer ni un momento solo se le ocurrió pedirle a Pedro que se quedara con él hasta bien entrada la noche. "Por si acaso", pensó. Don Juan llamó al niño y le dijo:

- Pedro, necesito que hoy te quedes hasta más tarde.
- Pero señor, hoy es navidad y mi familia me esta esperando.
- ¡Pedro te pago el doble!
- Pero Don Juan, ya tengo casi terminado mi trabajo y debo ir a casa.
Don Juan no le quería confesar que estaba asustado y el niño lo sabía, pero él se resistía a quedarse porque era Navidad. Entonces, se le ocurrió una magnífica idea: "invitar a Don Juan a su casa a pasar la navidad".

- Don Juan: lo invito a pasar la Navidad con nosotros para que no se quede solo.
Don Juan estaba emocionado por el ofrecimiento de Pedro, ya que nadie lo invitaba a su casa. por lo que sin pensarlo… aceptó.

Cuando llegaron a la casa de Pedro, Don Juan se quedó muy impresionado porque en esa humilde casa, había mucha alegría y generosidad.

Don Juan sonrió como nunca lo había hecho, se dio cuenta que nunca había tenido una Navidad y ahora la compartía con una familia muy sencilla y amable. Sus mejillas se sonrojaron y sobre ellas rodaron muchas lágrimas de la emoción y felicidad que sentía.


Al final de la noche, Don Juan se comprometió a ser más justo y considerado con el niño, y a desprenderse de sus bienes a favor de los más necesitados.

Una Navidad muy diferente

Una Navidad muy diferente
Carta al Niño Jesús
Cuando era niña, mi madre me inculcó la costumbre de que cada año le escribiera una carta a Santa Claus para pedirle las cosas que quería me trajera en este tan esperado día.
Desde luego, todo estaba condicionado a la conducta que yo observara durante un año, y mi madre, siempre pendiente de todo, me "leía la cartilla" recordándome las travesuras cometidas durante 365 días. Por lo tanto, los regalos pedidos, ya no serían los mismos. Sin embargo, la esperanza no moría en mi corazón y esa tan especial carta terminaba colocándola debajo de mi hamaca, para que yopudiera ver cómo era en realidad el esperado personaje. Nunca lo pude conocer porque, según mamá, me quedaba dormida cuando él llegaba y le daba pena despertarme.
Mi emoción por escribir era doble: una porque era la única ocasión en que escribía una carta y se la mandaba a alguien, y dos porque en ella volcaba toda mi ilusión de pedir lo que, sin saberlo, nuca llegaría a mis manos. Al día siguiente, no podía controlar la emoción de ver si todo lo pedido había llegado. No puedo decir que me sentía desilusionada por lo que "Santa Claus" me había traído, sino que no entendía el porque, si yo pedí un "juego de té" de los grandes, había uno chiquito en su lugar.
En fin, resignada, aceptaba tan maravilloso regalo, prometiéndome a mí misma que durante todo el año venidero me portaría mejor, para que me trajera lo que pidiera y pudiera conocer al portador de dichos obsequios.
Han pasado ya muchos años de esta maravillosa etapa de mi vida, no exenta de carencias económicas, pero sí llena de momentos felices; con el paso del tiempo, la realidad se empezó a hacer patente y mi personaje favorito cambió de rostro, de un hombre gordo y bonachón, a un niño recién nacido. Hoy mi pedido de regalos ya no lo hago por medio de cartas, ni siquiera por computadora, menos por Internet, no lo necesito, pues los pedidos los hago con el corazón y llegan más rápido y seguro: mi Cristo Jesús no necesita de estas modernidades para que me escuche en el momento en que se lo pido y el mensaje, además, llega con entrega inmediata.
Todas las Navidades son especiales, pero ésta en lo personal será muy diferente pues algunos de mis amores no estarán conmigo; no voy a disfrutar ni gozar de su presencia, pero tengo impregnada su esencia y eso me reconfortará mucho más, sobre todo ahora que es la primera vez que pasaré las fiestas decembrinas sin una de mis hijas, le ha tocado alzar el vuelo e iniciar su propia vida y, aunque me queda muy claro que esta experiencia tenía que vivirla algún día, me duele mucho, pues todavía no me acostumbro a no tenerla conmigo. Esta y algunas otras razones me han hecho recordar cuando escribía mis cartas, pues si la emoción me embargaba en aquel entonces, ahora mucho más, cuando los sentimientos se encuentran, no hay palabras para describir lo que se siente en el corazón. Por eso esta Navidad para mí será diferente y quiero pedirle, ya no a "Santa Claus", sino a mi Niño Jesús lo que me gustaría para este 24 de diciembre:"Mi Niño Jesús, en esta Navidad quiero pedirte que me ayudes a ser cada día una mejor compañera, esposa, madre, amiga, en fin una mejor persona, para ser digna de ti, y poder proyectarlo a los seres que conviven conmigo en cualquier lugar y en cualquier circunstancia.
"Acrecienta en mí la tolerancia, la paciencia, la solidaridad, la honestidad, la sinceridad, la alegría y el entusiasmo, el amor y la ternura, para poder compartirlo con la gente que me rodea.
"Permíteme ver más allá de lo que mis ojos pueden ver, sobre todo, cuando un niño se acerca a mí y ver en él tu rostro cuando sonríe.
"Te pido también por mis hijos (sobre todo por la que en estos momentos está lejos de mí) para que los cuides, los protejas y los guíes, más aún en los momentos difíciles que la vida les tiene reservados, y acreciéntales el amor que sienten por ti, que eres la vida misma.
"Quiero pedirte por las autoridades que dirigen a mí país y a mí Estado para que impere en ellos el compromiso de ser democráticos, justos, honestos y competentes, para que el rostro de la miseria que asomó después del huracán "Isidoro" desaparezca, dando lugar al bienestar y al desarrollo, pues eso redundaría en beneficio para mis conciudadanos y así habría menos gente desempleada.
"Después de lo que se vivió (con el ciclón) danos, sobre todo a los que todavía no recuperan lo perdido, la esperanza, la fe y la confianza de que las cosas serán mucho mejor que antes, más aún si confían en ti.
"Que en todas las familias, no sólo de aquí, sino de todo el mundo, reine el respeto, el cariño, la confianza y el amor, para que se acaben las violencias, los llantos y las tristezas, y ser lo más parecido a esa Sagrada Familia en la cual tú te encuentras ahora, acompañado de tus Santísimos padres.
"También quiero pedirte, niñito Jesús, que estés siempre junto a los niños que al igual que tú, quieren jugar, correr, brincar, saltar, pero por cosas del destino sufren de alguna discapacidad que les impide hacerlo. Enséñales que estando contigo, no hay imposibles.
"Y para no alargar mucho esta carta, pues sé que tienes mucho que hacer, a pesar de ser tan pequeñito, quiero pedirte, mi Niño Jesús, abusando de tu bondad, que seas tú el portador de un abrazo muy fuerte a todas mis amigas que por motivos ajenos a mi voluntad no podré darles, diles que las quiero mucho y que espero que no pase mucho tiempo para dárselos personalmente, si tú así lo tienes dispuesto.
"Estoy convencida de que mi manera de ser y la conducta que yo observe tiene mucho que ver para que me concedas todo lo que te pedí. Sé que debo ser una digna hija y hermana tuya, congruente entre lo que digo y hago en este largo caminar por la vida y en mi trato con las personas que me rodean, y en eso se centra mi búsqueda constante. Sin embargo, cuando no esté siendo honesta y sincera ni conmigo ni con los demás, por favor "léeme mi cartilla", como cuando era niña, pues mi madre todavía se encarga de hacerlo ahora que soy grande. Por todas tus bendiciones ¡Gracias!"
P.D. por esta ocasión, esta carta no la voy a poner debajo de mi hamaca, sino junto a tu cunita, pero no para que no se te olvide lo que te pido, sino para que yo recuerde siempre lo mucho que me das".

Y para todos y cada uno de los seres que amo (esa palabra me enseño mi madre para expresar mi cariño) y para los que me hacen el favor de leer este artículo, les deseo de todo corazón que pasen una muy: ¡Feliz Navidad!

DANIEL Y EL PORDISERO

Eramos la única familia en el restaurante con un niño.
Yo senté a Daniel en una silla para niño y me di cuenta que todos estaban tranquilos comiendo y charlando.
De repente, Daniel pego un grito con ansia y dijo, "Hola amigo!"
Golpeando la mesa con sus gorditas manos.
Sus ojos estaban bien abiertos por la admiración y su boca mostraba la falta de dientes en su encía.
Con mucho regocijo el se reía y se retorcía. Yo mire alrededor y vi la razón de su regocijo.

Era un hombre andrajoso con un abrigo en su hombro; sucio, grasoso y roto.
Sus pantalones eran anchos y con el cierre abierto hasta la mitad y sus dedos se asomaban a través de lo que fueron unos zapatos. Su camisa estaba sucia y su cabello no había recibido una peinilla por largo tiempo. Sus patillas eran cortas y muy poquitas y su nariz tenia tantas venitas que parecía un mapa.

Estábamos un poco lejos de el para saber si olía, pero seguro que olía mal.
Sus manos comenzaron a menearse para saludar. "Hola bebito, como estás muchachón," le dijo el hombre a Daniel.

Mi esposa y yo nos miramos, "Que hacemos?" Daniel continuó riéndose y contestó, "Hola, hola amigo."

Todos en el restaurante nos miraron y luego miraron al pordiosero. El viejo sucio estaba incomodando a nuestro hermoso hijo.


Nos trajeron nuestra comida y el hombre comenzó a hablarle a nuestro hijo como un bebé.
Nadie creía que era simpático lo que el hombre estaba haciendo.
Obviamente él estaba algo borracho.
Mi esposa y yo estábamos avergonzados. Comimos en silencio; menos Daniel, que estaba super inquieto y mostrando todo su repertorio al pordiosero, quien le contestaba con sus niñadas.

Finalmente terminamos de comer y nos dirigimos hacia la puerta. Mi esposa fue a pagar la cuenta y le dije que nos encontraríamos en el estacionamiento. El viejo se encontraba muy cerca de la puerta de salida.

"Dios mío, ayúdame a salir de aquí antes de que este loco le hable a Daniel." Dije orando, mientras caminaba cercano al hombre.

Le di un poco la espalda tratando de salir sin respirar ni un poquito del aire que el pudiera estar respirando.

Mientras yo hacía esto, Daniel se volvió rápidamente en dirección hacia donde estaba el viejo y puso sus brazos en posición de; cárgame."
Antes de que yo se lo impidiera, Daniel se abalanzó desde mis brazos hacia los brazos del hombre. Daniel en un acto de total confianza, amor y sumisión recargó su cabeza sobre el hombro del pordiosero. El hombre cerró sus ojos y pude ver lágrimas corriendo por sus mejillas. Sus viejas y
maltratadas manos llenas de cicatrices, dolor y duro trabajo, suave, muy suavemente, acariciaban la espalda de Daniel. Nunca dos seres se habían amado tan profundamente en tan poco tiempo. Yo me detuve aterrado.
El viejo hombre se meció con Daniel en sus brazos por un momento, luego abrió sus ojos y me miró directamente a los míos.

Me dijo en voz fuerte y segura, "Usted, cuide a este niño." De alguna manera le contesté: "Así lo haré" con un inmenso nudo en mi garganta. El separó a Daniel de su pecho, lentamente, como si tuviera un dolor.

Recibí a mi niño, y el viejo hombre me dijo: "Dios le bendiga, señor.
Usted me ha dado un hermoso regalo."

No pude decir más que un entrecortado gracias. Con Daniel en mis brazos, caminé rápidamente hacia el carro. Mi esposa se preguntaba por qué estaba llorando y sosteniendo a Daniel tan apretadamente, y por qué yo estaba diciendo:
"Dios mío, Dios mío, perdóname." Yo acababa de presenciar el amor más puro a través de la inocencia de un pequeño niño que no vio pecado, que no hizo ningún juicio; un niño que vio un alma y unos padres que vieron un montón de ropa sucia. Yo fui un cristiano ciego, cargando un niño que no lo era.

Para todos los cristianos, les deseamos pasen unidos una hermosa Navidad, llena del más puro amor.

Autor Descon
ocido