Ahora, cuando veo a través del cristal la monotonía con que la lluvia se posa en la tierra, recuerdo con nostalgia a un personaje. No sé si era real o yo lo había creado en mi mente; su figura era borrosa, pero su voz era la más dulce y mágica que haya escuchado jamás. Era un individuo sin edad, excéntrico pero a la vez sabio, sus ojos no miraban a ningún lado, contaba las cosas más divertidas y extrañas del mundo. Pero sin duda alguna, lo que más me llamó la atención de todas las cosas que compartí con este ser fue... su colección de sueños. Los tenía de todas las clases: sueños largos y sueños cortos, alegres y tristes, sueños de aventuras y pesadillas horribles...
No sé como ni por qué sucedió, pero esa colección de sueños ahora la tengo Yo e incluso me he atrevido a ir añadiéndole algunos de los míos. Recuerdo ahora el primero que guardé, el más corto, ni siquiera se si llamarlo sueño. Era una ciudad muy, muy lejana, estaba tan lejos que era imposible llegar a ella. En esta ciudad era todo de color rosa: sus árboles, sus calles, hasta sus gentes tenían ese pálido tono del algodón de las ferias, Pero en mi sueño faltaba algo: el sol, que no se dejaba ver entre las estáticas y esponjosas nubes rosas que tapaban el cielo rosa de mi ciudad, entonces comenzó a ocurrir algo extraño: poco a poco se fue oscureciendo todo y los árboles, y los pájaros y las calles con sus gentes cambiaron su tono rosa y fueron perdiendo vida, oscureciéndose poco a poco hasta que mi ciudad y mi sueño se desvanecieron en una enorme sombra.
Otro que también he guardado en mi colección es aquél sueño en el que hacía mucho calor, aunque yo era la única persona que no lo notaba, de repente comencé a sentirme más y más ligera. Notaba como poco a poco todo se iba alejando y las cosas que antes eran grandes ahora cada vez eran más pequeñas. La gran angustia que sentía en esos momentos hizo que comenzara a gritar con todas mis fuerzas, Yo gritaba y gritaba, pero nadie me oía, ni tan siquiera que veían, me había transformado en un suspiro, un suspiro que quizás había salido del corazón de algún enamorado. Ahora no sabía dónde iba, y casi sin darme cuenta ese sueño se me escapaba, pero no para desaparecer como lo hizo el suspiro, sino para ocupar el vacío de otra persona, aún así todavía lo conservo en la colección.
Me gustaría contarte otro sueño; tal vez el más maravilloso y el que guardo con más cariño. Recuerdo que era un lugar donde no existían ni el día ni la noche, ni el frío ni el calor, un lugar donde todo era armonía y tranquilidad, lo más parecido a un paraíso, cuando noto mi estancia allí en mi cara se dibuja una estúpida sonrisa que refleja la felicidad que sentía en esos momentos. Me sentía protegido y fuerte, grande, más grande que nadie. Pero esa sensación especial se fue difuminando casi sin darme cuenta y otro sueño irrumpió en mi noche: había un movimiento de olas que chocaban suavemente contra mí, pero yo no me mojaba, de pronto, como sí de una estrella fugáz se tratase, las olas pararon, desapareció la playa y aparecí de nuevo en mi paraíso.
La felicidad duró un solo instante, estaba otra vez allí, pero una parte de mi sabia que iba a suceder algo y no quería continuar en aquél lugar. Las gotas de lluvia mojaban mi cara y el sol se había escondido para dejar paso a las estrellas. Fue entonces cuando comprendí que las noches eran frías y los días muy largos. Este sueño, que al principio me hizo sonreír, terminó por convertirse en una pesadilla que me hizo llorar cuando desperté pensando que en realidad había sido un sueño y que ese paraíso donde yo disfrutaba de las más grandes sensaciones, ya no existía, y no iba a poder volver a él nunca más.
La lluvia ha cesado, y con ella han desaparecido las nubes, dejando que los rayos del sol se acerquen a mí, aun estando tan lejos.
Ahora estoy pensando en una ocasión en que estando a solas con mis pensamientos, alguien, oportunamente, me regaló una flor. Cuando me di la vuelta ese alguien ya no estaba, había desaparecido como por arte de magia; pero el conservar esa flor me ayudó a pensar que, quizás, algún día, ese alguien volvería a mí con otra flor. El entorno que me rodeaba no quiso que fuera así, por o que de ese sueño sólo me quedó una flor que todavía guardo en el álbum de mis sueños.
Este es el último sueño que te quería contar, aunque no el último de mí colección. He guardado todos con cariño, unos más que otros, pero todos. Este último que te he contado, junto con una flor imperecedera, ocupa un lugar especial en mi recopilación. Pero ahora solo quiero descansar...