Ahora, cuando veo a través del cristal la monotonía con que la lluvia se posa en la tierra, recuerdo con nostalgia a un personaje. No sé si era real o yo lo había creado en mi mente; su figura era borrosa, pero su voz era la más dulce y mágica que haya escuchado jamás. Era un individuo sin edad, excéntrico pero a la vez sabio, sus ojos no miraban a ningún lado, contaba las cosas más divertidas y extrañas del mundo. Pero sin duda alguna, lo que más me llamó la atención de todas las cosas que compartí con este ser fue... su colección de sueños. Los tenía de todas las clases: sueños largos y sueños cortos, alegres y tristes, sueños de aventuras y pesadillas horribles...


Me gustaría contarte otro sueño; tal vez el más maravilloso y el que guardo con más cariño. Recuerdo que era un lugar donde no existían ni el día ni la noche, ni el frío ni el calor, un lugar donde todo era armonía y tranquilidad, lo más parecido a un paraíso, cuando noto mi estancia allí en mi cara se dibuja una estúpida sonrisa que refleja la felicidad que sentía en esos momentos. Me sentía protegido y fuerte, grande, más grande que nadie. Pero esa sensación especial se fue difuminando casi sin darme cuenta y otro sueño irrumpió en mi noche: había un movimiento de olas que chocaban suavemente contra mí, pero yo no me mojaba, de pronto, como sí de una estrella fugáz se tratase, las olas pararon, desapareció la playa y aparecí de nuevo en mi paraíso.
La felicidad duró un solo instante, estaba otra vez allí, pero una parte de mi sabia que iba a suceder algo y no quería continuar en aquél lugar. Las gotas de lluvia mojaban mi cara y el sol se había escondido para dejar paso a las estrellas. Fue entonces cuando comprendí que las noches eran frías y los días muy largos. Este sueño, que al principio me hizo sonreír, terminó por convertirse en una pesadilla que me hizo llorar cuando desperté pensando que en realidad había sido un sueño y que ese paraíso donde yo disfrutaba de las más grandes sensaciones, ya no existía, y no iba a poder volver a él nunca más.
La lluvia ha cesado, y con ella han desaparecido las nubes, dejando que los rayos del sol se acerquen a mí, aun estando tan lejos.

Este es el último sueño que te quería contar, aunque no el último de mí colección. He guardado todos con cariño, unos más que otros, pero todos. Este último que te he contado, junto con una flor imperecedera, ocupa un lugar especial en mi recopilación. Pero ahora solo quiero descansar...
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