Con dinero podemos comprar una cama, pero no el sueño.
Comida, pero no apetito.
Adornos, pero no simpatía.
Una casa, pero no un hogar.
Medicinas, pero no salud.
Lujos, pero no alegría.
Diversiones, pero no felicidad.
Un crucifijo, pero no un Salvador.
Una iglesia, pero no el cielo.
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