Un muchacho entró con paso firme a la joyería y pidió que le mostraran el mejor anillo de compromiso que tuviera. El joyero le presentó uno. La hermosa piedra, solitaria, brillaba como un diminuto sol resplandeciente. El muchacho contempló el anillo y con una sonrisa lo aprobó. Preguntó luego el precio y se dispuso a pagarlo.
- ¿Se va usted a casar pronto? – Le preguntó el joyero.
- No – respondió el muchacho – Ni siquiera tengo novia.
La muda sorpresa del joyero divirtió al comprador.

El joyero no dijo nada. Solamente ordenó a su cajera que hiciera al muchacho el descuento aquel que él hacía nada más a los clientes importantes.
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