El hermano de una niña pequeña puso una trampa para cazar pájaros. Al principio, la pequeña lloró por lo que pensaba era la crueldad de su hermano.
Más tarde parecía estar mucho más alegre. Su mamá, intrigada, preguntó la razón de ese cambio tan repentino.
"Pues bien, recé para que mi hermano sea mejor" - dijo la niña - "y recé para que la trampa no atrape ningún pájaro".
"Eso era lo debido", dijo su madre sonriendo. "Y entonces" - continuó la niña - "salí y rompí la vieja trampa a puntapiés".
Muy pocos problemas se resuelven "rompiendo las cosas a puntapiés" , pero debemos trabajar tanto como rezar.
Es bueno rezar para los que están equivocados sean corregidos, pero es necesario además hacer lo posible para corregirlos.
Si hacemos todo lo humanamente posible, podemos confiar en que el Señor termina el trabajo.
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