A veces nos tardamos unas horas, unos días, algunos meses,
O toda la vida en bajar el dedo y dejar de señalar a alguien.. Cuando hacemos conciencia de que usamos un solo dedo para señalar a un hermano, y tres para señalarnos a nosotros mismos... la perspectiva cambia.
Me llego este escrito y lo comparto con ustedes.
Con cariño.
No juzgues a tu hermano, compañero de viaje…
¡Que sobre el escenario, no es más que un personaje…,
Actuando –como todos-, su pequeño papel…!
No juzgues a tu hermano…ni aún con el pensamiento…
¿Qué sabes de las causas que lo hacen ser así…?
¿Calzaste sus zapatos…aunque sea un momento…?
No juzgues a tu hermano…cuando por inconsciente,
Se estrella en su vacío de acrobacia sin red…;
¡Que del agua que calma todos tenemos sed…!
No juzgues a tu hermano…y si eso te costara,
Pedirle a tu Yo Grande que expanda tu visión…:
Comprenderás entonces, al mirarlo a la cara,
¡Que somos pulsaciones de un mismo corazón…!
…si pelearas las luchas de aquel a quien condenas…,
…si sufrieras su angustia…y su dolor insano…,
…si arrastraras sus mismos grilletes y cadenas…,
también tu exclamarías: “¡No juzgues a tu hermano…!”.
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