Un día Jesús decidió venir a nuestro mundo y estar en un
lugar donde hubiera mucha gente, por lo que vino a pasearse por una de las
avenidas más importantes de una ciudad.
Su propósito era saber cuántas de las miles de personas
que pasaban por ahí, eran capaces de escuchar Su voz.
Se quedó en una esquina y comenzó a llamar a la gente que
pasaba por su lado.
-Amigo, ven, tengo algo que decirte.
-Lo siento, estoy muy ocupado, otro día.
-Ven tú, mujer.
-Más tarde, ahora tengo mucha prisa.
-Joven, ven, quiero hablar contigo.
-Cuando regrese, tengo que ir al colegio.
-Abuelo, acércate quiero contarte una historia de amor.
-Mañana, hoy tengo que ir a cobrar la jubilación.
-Jóvenes, esperen unos segundos, hay algo muy importante
que quiero decirles.
-Por la noche, ahora vamos a ver el partido de fútbol,
quizás si gana nuestro equipo vendremos para escucharte… ja…ja…ja…
Durante todo el día Jesús se encontró con miles y miles
de “sordos”. Era ya muy tarde y se sentía triste y decepcionado por no haber
encontrado a nadie que lo escuchara, vio a una pareja de novios y se acercó a
ellos: Hola soy Jesús, me gustaría hablar con ustedes para simplemente decirles
que los amo.
Curiosamente, se trataba de una pareja de novios que eran
sordos de verdad. Pero inmediatamente le miraron tratando de leer sus labios.
El Señor se dio cuenta de la situación y empezó a usar el lenguaje de signos.
Alberto y Ana, que así se llamaban, empezaron a escuchar
en sus corazones, por primera vez en sus vidas, el mensaje de Jesús: Yo los amo
con un amor profundo, incondicional, puro y quiero que me permitan entrar en
sus corazones para darles una vida auténtica, con propósito y pleno sentido.
Esta historia debe ayudarnos a reflexionar. Si alguien se
nos acerca para hablarnos de las maravillas de Jesús, debemos abrir tanto
nuestros oídos, como nuestros corazones.
“No seas sordo a los mensajes que vienen directamente del
cielo. Dios tiene un propósito para tú vida, aprende a escucharle”