¿Qué se entiende por calidad de vida?
Calidad de vida se define en términos generales como el bienestar, felicidad y satisfacción de un individuo, que le otorga a éste cierta capacidad de actuación, funcionamiento o sensación positiva de su vida. Su realización es muy subjetiva, ya que se ve directamente influida por la personalidad y el entorno en el que vive y se desarrolla el individuo. Según la OMS, la calidad de vida es “la percepción que un individuo tiene de su lugar en la existencia, en el contexto de la cultura y del sistema de valores en los que vive y en relación con sus expectativas, sus normas, sus inquietudes. Se trata de un concepto muy amplio que está influido de modo complejo por la salud física del sujeto, su estado psicológico, su nivel de independencia, sus relaciones sociales, así como su relación con los elementos esenciales de su entorno”.
Ahora bien, su condición “perceptiva” que le confiere un alto componente de subjetividad, no significa que deje de poseer su referente real en las condiciones que le permiten al individuo su estado de bienestar. La alimentación, la seguridad, la vivienda, el trabajo, el estudio, constituyen elementos fundamentales para configurar la ecuación vinculante que arroja como resultado la calidad de vida. De la armónica disposición de recursos para apuntalar esa condición de bienestar, depende en gran medida el éxito de la empresa social, concebida como una gran organización interesada en producir calidad de vida para la población.
Para lograr con éxito este propósito, es requisito saber administrar necesidades y recursos en este contexto. Es el Administrador como gerente socioeconómico, quien está llamado a desempeñar un rol estelar en el desarrollo y aplicación de los conocimientos que propicien la toma de decisiones de alta complejidad que se requieren en la sociedad actual. Esta administración a la que nos referimos, va mucho más allá de su concepción fayolista o taylorista. Incluso, ya superó el discurso de la calidad total de Deming, para ubicarse en una integralidad sistémica que incorpora tanto a los elementos como al entorno en una interfase concluyente de interacción social.
Para el dominio de este conocimiento, el Administrador está llamado a la investigación y seguimiento de la toma de decisiones ubicándola en la bitácora del aprendizaje colectivo, para conferirle a la sociedad las herramientas de conducción que le permita a ésta su orientación como grupo humano eficiente. La pregunta pertinente que debemos hacernos, es si estamos evaluando esa relación y nos anticipamos tanto al futuro inmediato como al mediato, a los fines de prever los escenarios que deberán ser auscultados con un oído profesional de alta sensibilidad y capacidad de aprendizaje.
Uno de los retos a confrontar es el que deben aumentarse las actuaciones responsables y beneficiosas del habitante, para el ejercicio a carta cabal de su condición de ciudadano
Si logramos darle ese viraje contextual y conceptual a la administración que enseñamos y practicamos, estaremos dando el paso más significativo para ejecutar una estrategia exitosa para nuestro desarrollo.
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